domingo, 16 de julio de 2017

Un gran desconocido, GB.

Hace unos años, una niña pequeña de unos dos años jugaba en el parque de su pueblo con sus amiguitos. Cantaba, reía, saltaba, se divertía como cualquier niña de su edad puede hacerlo, sin preocupaciones y, mucho menos, sin tener ni la menor idea de lo que le iba a pasar. Algo malo estaba a punto de sucerderle pero, ¿qué podía ser? ¿Qué podía ocurrirle a una niña que solo jugaba?
Cuando llegó a casa, cayó al suelo. Su madre la levantó, pero al segundo volvió a caer. Tanto su padre como su madre pensaron que la primera vez que había caído se había hecho daño en el pie, y por eso le daba miedo ponerse en pie y volver a andar. La dejaron en el suelo, jugando con algún muñeco o con algo para lo que no sería necesario que se moviera del suelo.
Al día siguiente, la pequeña seguía sin andar, de modo que sus padres decidieron llevarla al médico. El pediatra de su pueblo dijo que, al ser hija única, estaba muy mimada, y que por eso no quería andar. Pasó una semana, y aquella niña seguía sin andar, así que decidieron llevarla a otros médicos. Los otros tampoco sabían nada, y aunque las pruebas no lo afirmaban, pensaron que tenía un problema grave en las piernas; una invalidez o algo parecido, pero eso tampoco era posible puesto que las piernas las movía y tenía sensibilidad en ellas.
Como último recurso, iban a llevarla al hospital de Vitoria, ya que decían que era uno de los mejores y que allí se encontraban los mejores pediatras. Quizás allí pudieran averiguar lo que le pasaba. Antes de llevarla, su madre habló con una chica que tenía una hija que al nacer tuvo muchos problemas, y ella le dio el teléfono de un pediatra más cercano, él que ayudó a su hija a resolver sus problemas, ya que tampoco perdía nada por intentarlo con otro más antes de ir a Vitoria.
A los dos días tenías cita con aquel médico. La pequeña lloraba y lloraba, había dejado hasta de comer. Cuando le dijeron al pediatra los síntomas que tenía la niña, él dijo que la ingresaran inmediatamente, que él se cambiaba e iba al hospital.
Le hicieron muchísimas pruebas y, efectivamente, era lo que él sospechaba. Esa niña tenía una rara enfermedad que se llamaba Guillain Barré. Era algo normal que nadie supiera nada sobre aquella enfermedad, puesto que ella era el caso número catorce en España. Lo que también era raro es que aquel médico lo supiera y es que, su hijo, se quedó paralítico por dicha enfermedad. Por eso, solo al oír los síntomas, mandó ingresarla y dijo que él se encargaría de la niña.
Cuando la ingresaron, la pequeña tenía los pulmones encharcados, y quizás, unas pocas horas después, hubiera sido demasiado tarde.
Día a día le llevaban la medicina desde Barcelona. Un día, el pediatra de su pueblo entró llorando, muy arrepentido, de lo que había pasado. El padre de la niña, muy enfadado porque apenas se había molestado en la historia de su pequeña, le dijo que se fuera de allí y que nunca volviera a verla. El pidió perdón, pero la verdad, no era un perdón fácil. Día a día, hora a hora, la pequeña recibía visitas de médicos de toda España, también muchos regalos y muchos dulces para animarla. A pesar del miedo que tenía a las batas blancas, fue muy valiente, y dejó que todos le reconociesen, y jugasen con ella.
A los cinco días le dieron el alta. Le dijeron que tendría que estar muchísimo tiempo en rehabilitación y que, posiblemente, le costaría aproximadamente un año en volver a andar. Cuando llegó a casa para sus padres fue como volver a empezar, empezar a ponerle pañales, volver a comer todo en purés… como volver a tener un bebé pequeño en casa.
Apenas pasaron quince o veinte días, la pequeña niña entraba al hospital, al aula de rehabilitación, andando de la mano de su madre. ¡Parecía un milagro! Para el médico que la trató ella era como un ángel.
A día de hoy, su historial médico se encuentra en el hospital de Pamplona.



Y sí, hoy, a mis veinte años, estoy muy orgullosa de decir que esa niña pequeña era yo, y que, gracias a Dios, estoy fuera de peligro. También estoy orgullosa de que gracias a mi caso, en España se conozca más esta enfermedad, y que poco a poco, sea mucho más fácil prevenirla y por supuesto curarla.

2 comentarios:

  1. Hola Marta! Acabas de seguirme en mi blog y, como siempre que alguien me sigue o me deja un comentario, he querido conocerte un poquito más visitando tu blog. Esta es la primera entrada que he leído y bueno, me ha dejado sorprendida. Sigue escribiendo y contando tu experiencia en todo, seguro que ayudas a mucha gente. Te sigo.

    Ah! Y, por supuesto, mil gracias por seguirme.

    Beatriz.

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    1. Muchas gracias por seguirme y por animarme a seguir escribiendo, espero que todo lo que leas aquí te guste igual.
      Un beso y un abrazo amor <3

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